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IV SESIÓN LUNES 4 NOV 2024

Josep Vilageliu




La sesión del lunes ha consistido en 13 trabajos muy distintos de muy variada procedencia, cortos exprés rodados en La Palma, cortos abordados desde la escuela, incursiones en el cine de género, historias de amor, idas y vueltas entre un pasado soñado y un futuro aterrador.


Es curioso cómo el azar, o el programador, junta determinados cortos en una misma sesión, porque desde Resiliencia, de Josume Fernández, con el que se inicia la sesión, hasta Pies desnudos, de Emanuele Carfora, con el que se cierra, encuentro yo este ir y venir temporal contando historias, del documental a la inscripción genérica. En Resiliencia se nos a da a ver la maquinaria con la que trabajan las tejedoras palmeras, mientras escuchamos cómo una voz teje historias del pasado, historias que se materializan en otros cortos, historias del pasado que son la esencia de los contadores de cuentos. 


Pies desnudos juega a despistarnos: una mujer descalza, desorientada, andando por las populosas avenidas de la gran ciudad. Corte. Ahora la mujer despierta en una cueva, hay inscripciones paleolíticas. Es como hallarse en el cuento de Cortázar “La noche boca arriba”, donde un motorista se despierta de repente en una cacería en la que él es la presa, ¿es un sueño? ¿o esta era la atroz realidad y la moto una fantasía? La mujer del corto, ¿ha retrocedido en el tiempo o ha sido teletransportada al siglo XXI? Pero allá, en los tiempos olvidados, hay paz, se siente segura. Es entonces cuando, al acercarse a la orilla en un mar plácido, su pie tropieza con una botella de plástico. Como un flash, recuerdo el final de El planeta de los simios. No hacía falta tanto trucaje ni tanta superproducción para acabar diciendo lo mismo.


En Porno salvaje, una pieza conceptual de Rito José Vega presentada en Visionaria, nos lleva de manera abrupta y sin concesiones, desde la representación mítica del pasado, mediante materiales visuales antiguos (super8, vídeo analógico) al presente contaminado por la polución y la industria hotelera, en una vertiginosa aceleración temporal.


Aquel pasado mítico es representado por Cristian García en Va el alma por pasar, la leyenda de unos jóvenes amantes de La Palma, un cuento hermoso presentado en Cinedfest, donde se nos narra cómo dos jóvenes indígenas se conocen en los pinares de la cumbre. La luminosidad de esta primera parte contrasta con la oscuridad de la noche, prefigurando el drama por venir. Estos nobles sentimientos se expresan mediante imágenes austeras, juego de miradas, y plácidos desplazamientos entre los árboles. El obstáculo es una vertical muralla de piedra que el diablo ha colocado entre ellos. El paisaje, los elementos físicos, la disposición estructural del día y la noche, el simple balido de unas cabras que ni siquiera vemos, nos cuentan la historia sin necesidad de costosos efectos especiales.


Vbotado, de Oliver Ramos, también nos habla de un antes y un después. Comienza denunciando la miseria y abandono de un pueblo del sur, todo lo que cuenta es verdad porque sobre la voz del hombre vemos la suciedad, los detritus, casas a medio construir. Sin darnos cuenta, este hombre que da la cara y se enfrenta a nosotros, que nos apela con su discurso, que trata de convencernos de las bondades del progreso, intercalando imágenes de carreteras bien asfaltadas, edificios nuevos, hoteles y playas a rebosar de turistas. Y lo hace con tal convencimiento, su discurso es tan coherente con las imágenes, habla tan bien, que nos lleva como el encantador de serpientes a votar al que lo ha contratado. Se trata, nos damos cuenta casi al final, de un discurso interesado y populista, casi nos convence de que el modelo turístico de Canarias es lo mejor que podría habernos pasado.


En Beta Tester, de Cristian García, también se representan dos mundos enfrentados, el diurno y el nocturno, el haz y el envés de lo real, pero no a nivel temporal como en los cortos anteriores, el pasado y el presente, o el presente y un futuro probable, o el amor y el infierno como en la leyenda palmera, sino lo real y lo imaginario, pues el protagonista acaba encerrado en el videojuego que está probando. Este mundo irreal se representa como un mundo apocalíptico, donde los muros se han recubierto de hiedra y el bosque ha sustituido a las ciudades, filmado con movimientos sinuosos de dron y estabilizadores.


También podemos situarnos en el otro lado del cristal, adoptar un distinto punto de vista para observar la realidad. En las ocupaciones de casas siempre consideramos al intruso un indeseable. En Ángel guardián, Vasilia Belokon si sitúa del lado de una mujer que debe encontrar una buena cama para sus hijos y no un colchón lleno de chinches. No sabemos por qué huye, pero presentimos que no es la última puerta que traspasa. ¿De quién es esta casa?, preguntan los niños, ignorantes de su situación desesperada. De nuevo la fabulación, la mentira que elide la realidad. En Paris 70, el hijo se inventaba viajes al extranjero para que la madre con Alzheimer fuera feliz, aquí el propietario sería este ángel guardián del título.


Si el cine tiende a atrapar y transformar el mundo real, podríamos preguntarnos en qué consiste la realidad, ¿es igual para todos? En Varitas de ballena, la opera prima de Gisela Cuevas, con edición de Alfredo Amil y la voz de Wauter Buyst, el protagonista, a través de un cristal deformante, cree ver una ballena cerca de la costa, y aunque sus sentidos le fallan, y no era más que su vecino chapoteando en el agua, se empecina en su idea, al ser la ballena lo real para él. Lo más interesante de este corto, adscrito a la estética de Wes Anderson, es la forma luminosa de sus planos, la poliédrica mirada del mar a través del cristal, cómo este rincón de la costa palmera nos parece parte de otro mundo.


En Tinnitus, el silencio que me habita, Estefanía Medina nos acerca a la percepción del mundo de una chica con problemas auditivos, aislada del mundo con sus auriculares, sonidos constantes, los acúfenos, que le impiden relacionarse. Un último plano, de espaldas en la oscuridad, nos describe sin palabras su estar en el mundo.


Las relaciones sentimentales son una constante en los cortometrajistas. En Sujetafarola, de Leticia Castro y Cristian García, transcurren 35 años y la situación no cambia, desde cuando era chica y tenía que presenciar las efusiones sentimentales de la pareja amiga hasta la persona mayor en la que se ha convertido, todavía como la tercera en discordia. Suerte que en los momentos de apuro, dispone de una farola donde agarrarse.


En Lleva el perro a mear al barranco, de Brian Darias y Luismi Rod,  también hay un incómodo triángulo, pero esta vez son dos hombres quienes sienten un flechazo al cruzarse en un callejón estrecho, y aunque uno de ellos tiene novia, no puede escapar a la pasión azarosa. No deja de ser insólita la escena en la platanera, siempre he pensado en lo erótico de esta planta.


Ya metidos en el cine de género, una sucesión de primeros planos de David Pantaleón huyendo por las calles en la oscuridad lleva al absurdo el argumento de un thriller del que no sabemos nada. En todo caso, la única información se halla en la sinopsis de San Martín, de Jorge Rubiales: “Un comisario y un peligroso delincuente unen fuerzas contra un mal común sin importar los medios”.


Herida abierta, de David González, desarrolla una situación angustiosa, una película gore con un cuchillo, personas atadas y mucha sangre.


Woody Allen nunca estuvo aquí, de Vargas Buendía, es una visión desmadrada del mundo del cine, mucha cámara en mano y personajes variopintos. La actriz se queja porque tiene que representar un personaje plano, bobo, ligerito y sin perspectiva política, pero a última hora se siente traspasada por la Virgen del Rosario y acaba maquillada como una mujer vampira.

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