Josep Vilageliu
Una sesión de tarde dedicada al público infantil, que incluye once piezas de distinto formato y procedencia diversa, aunque mayoritariamente canaria, con intenciones claras, enfocadas hacia una mayor sensibilización hacia el hábitat, la cultura, el mundo de antes y el cambio climático.
En cuanto a los cortos de procedencia foránea, abre la sesión un cuento naÏff, Aiko, me encanta el mar, del chileno César Déneken, una animación de hálito poético, en la que el niño protagonista es ayudado por una ballena para resolver mágicamente la contaminación de los mares por el plástico. Sin embargo, me parece mucho más interesante el corto Rimas de Copacabana, del argentino Carlos Trioni, con el que se cierra la sesión, de apenas dos minutos: un plano del cielo, otro del suelo, los pies de unos niños, una arañita trepando, y finalmente un amplio plano de los niños haciendo un corro mientras recitan simples rimas, nos dicen mucho sobre cómo nos podemos relacionar con nuestro entorno.
Abubilla, de Rafael Vidal, es una animación que comparte con Aiko, me encanta el mar, su carácter naïff, en este caso no hay intervención humana sino que son las aves las encargadas de restablecer el orden tras la deforestación y el caos dejado por las guerras.
En La mortaja, de Eloy González, los animales se han dejado fuera de campo y tan solo veremos a tres personas desde el punto de vista de un animal aparentemente sin vida, sin saber muy bien qué hacer. Contado mediante un único plano tomado desde el suelo, sabremos finalmente que se trataba de una tortuga. Los personajes se acercan y se alejan de la cámara, en una mínima puesta en escena pero efectiva.
Alguno de los cortos canarios seleccionados para esta sesión proceden de las actividades en el aula propiciadas por el proyecto CInedfest. El profesorado anima a sus alumnos para que presenten sus ideas para un posible cortometraje a realizar en el centro o en sus alrededores, para lo cuál reciben unas mínimas indicaciones sobre el lenguaje de las imágenes, el trabajo en grupo y el manejo adecuado de las técnicas del cine: no solo la captación de la imagen y del sonido, sino que también se trabaja el guión, la puesta en escena y la edición y postproducción ulterior. Aunque siempre hay que dejar libre la creatividad de los niños, a veces se sienten “obligados” a contar historias en las que los contenidos estén por encima de la forma de contarlo, con el inconveniente de que los temas resultan demasiado simples en su exposición, sin las aristas necesarias que subyacen en lo real.
Uno de estos cortos de contenido es Andrés, un trabajo del alumnado de 4º de la ESO en el IES Santa Lucía, en Santa Lucía de Tarajana, donde se aborda de manera esquemática el cambio de sexo que hubiera necesitado una mayor sensibilidad, mostrando tan solo la violencia del mobing contra el diferente. En Un pequeño gesto es suficiente, de Álvaro Jesús, un corto bienintencionado sobre cómo podemos abordar el cambio climático, evita la complejidad del tema, como si no se confiase en la inteligencia del pequeño destinatario. No es magia, de Álvaro Oliva, no es más que un spot sobre la necesidad del reciclaje.
Más imaginación encontramos en La mecánica de la armonía, de Luis Castellanos, con la ayuda de alumnos de artes escénicas de Las Palmas, donde unos niños idean un artilugio para hacer feliz a la gente, bajo el lema “La imaginación es más importante que el conocimiento”.
Frente a tantos cortos que nos hablan del desastre, Recuerdos con olor a tomate, realizado en el IES Santa Lucía, nos produce un buen sabor de boca ya desde su suculento título, un documental donde mujeres mayores recuerdan sus años de la zafra, el cultivo del tomate, los invernaderos, tiempos de mucho trabajo pero también de buenos momentos. Recoger el testimonio de personas mayores es perentorio para no olvidar los tiempos pasados, otra forma de vivir tan distinta a la actual, pero el hecho de que se haga desde la escuela es más meritorio.
Otras mujeres nos han dejado y solo podremos hablar de ellas desde la ficción Es el caso de Mercedes Pinto, cuya vida se nos presenta a través de la mirada y la curiosidad de unos niños en Ventana de colores, la vida de Mercedes Pinto, de Lucía Ramírez.
Imaginación y didactismo se conjuran en X y la máquina del tiempo, de Ángel López, un viaje y un hermanamiento con los antepasados de Gran Canaria. Además de la intervención de un montón de niños para la figuración, se cuidaron todos los detalles par la reconstrucción de costumbres, alfarería y demás trabajos artesanos, así como el vestuario, para lo cual se solicitaron imágenes de la Cueva Pintada de Gáldar. Para la música se contó con la colaboración de la escuela de Música de Mogán, el coro del CEIP Playa de Mogán, la orquesta Off y el trío de cuerda, y se interpretó y grabó como si se tratara de una película profesional. Un corto que marca un camino a seguir.
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